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Archivos Mensuales: septiembre 2014

Todos somos. Lo somos ahora, en este mismo instante. Somos lo que hay, es lo que somos. Elegimos entre cosas que se nos dan a elegir. Y siempre queremos lo que no hay. Siempre queremos lo que no somos. Siempre tenemos el alma orientado hacia algo que no podemos elegir. Como una meta estúpida, como un sueño que se desvanece, como una ilusión que no puede ser, pero que nos negamos a abandonar. Porque las metas, los sueños, las ilusiones sin sentido nos hacen humanos. Porque necesitamos que nuestro motor funcione para y hacia algo. Porque somos humanos, eso es lo que somos. Porque nos equivocamos en todas las elecciones, porque no hay ni una correcta.

 

Si pudiera no ser lo que soy.

Si pudiera ser un libro, elegiría ser la página que tiene la marca de la taza de café. Elegiría ser esa misma página amarillenta con las esquinas ennegrecidas de tanto leer. Elegiría ser un fragmento subrayado. Elegiría ser la palabra más impactante, la más sorprendente, la más inesperada, la que más necesite el lector sin saberlo. Si pudiera ser un libro, elegiría que me leyeran. Elegiría que me quisieran leer. Elegiría que me entendieran y que me tuvieran paciencia. Elegiría ser un libro para el cual se necesitara tiempo.

Si pudiera ser parte del cielo, elegiría ser una estrella de las que cuestan ver. Elegiría poder tener la dimensión de la oscuridad, saber lo que dura la noche, saber cuánto brillo. Elegiría ser una estrella discreta, de las que guiñan el ojo antes de desaparecer sin rencores. Porque las estrellas tienen eso: saben cuándo irse.

Si pudiera ser parte de algún fenómeno, elegiría ser lluvia. Lluvia de las que vienen y van. De las que te alegras de que vienen y te alegras de que se van. De las que refrescan, de las que cambian el aire, lo aligeran, le quitan la pesadez. De las que te proteges con paraguas. O quizás te mojas. Elegiría ser una tormenta. De las que echas de menos.

Si pudiera ser cualquier otro ser, elegiría ser un árbol. Elegiría ser un castaño. Tener una vida útil y luego convertirme en papel.

 

Si pudiera elegir, elegiría ser buena. Hacerlo todo bien. Aguantar. Si pudiera elegir, descartaría lo relativo y lo subjetivo. Si pudiera elegir, elegiría que vieras lo mismo que yo. O quizás elegiría que no vieras nada.

Si pudiera no ser lo que soy, elegiría ser un mundo feliz.

 

Tan sólo si pudiera no ser.

 

Ojalá pudiera elegir.

[…] No hay nada en mi vida que me indique por donde debo tirar, no he alcanzado la menor seguridad económica ni afectiva. Ni profesional ni familiarmente me he asentado. No he jugado mis cartas ni con astucia ni con sensatez, sólo me he complicado la vida […]. Sé que estoy un poco loca pero vivo esa locura con una gran serenidad. […] Ya no me busco la vida. Me dedico a contemplarla sin el menor anhelo. Yo sé que las llaves las llevo siempre conmigo. Me pasé muchos años buscándolas, asustada, angustiada, apretando manillas de coches que no se abrían; ahora ya no. […]

-Luisa Castro, «La llave del corazón»-