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Archivos Mensuales: May 2013

Horas que vuelan y minutos que se arrastran.

Mares de placer y arenas saladas.

Papeles arrugados y cuadernos en blanco.

Vidas que viajan y otras que se niegan a empezar.

Trenes que pasan y andenes de desesperación.

 

Cuando cierres los ojos, antes de dormir, rodeado de momentos que quieres recordar, o que quieres que ocurran, en la oscuridad y olor a sábanas frescas, entre esos brazos que te tranquilizan o el hueco que le has dejado a ese alma terca que se empeña en no aparecer en tu vida aún, en medio de todos los monstruos que residen en tu cabeza, al final del día, te darás cuenta de que todo es cuestión de percepción. Todo depende de ti.

“La arquitectura y la guerra no son incompatibles. Arquitectura es guerra y guerra es arquitectura. Yo estoy en guerra con mi tiempo, con la historia, con toda la autoridad que reside en establecimientos fijos y temerosos. Soy una persona de esa multitud que no encaja, que no tiene casa, familia, doctrina, empresa, comienzo ni fin, sin algún espacio sagrado o primordial.
Le declaro la guerra a todo icono y finalidad, a toda historia que me lleve a la falsedad, a mis propios miedos. Solo conozco momentos, y vidas que son momentos, formas que aparecen con fuerza infinita y se derriten en el aire. Soy un arquitecto, un constructor de mundos, un sensualista que adora la carne, la melodía, una silueta contra el cielo oscuro… No puedo conocer tu nombre, ni tu el mío. Mañana comenzamos juntos la construcción de una ciudad.”

-Lebbeus Woods, «War and Architecture», 2002-

Tú me dirás que no tiene sentido.

Y yo te diré que por muy poco sentido que tenga, seguro que lo tiene. Seguro que el sentido es esa capa latente, escondida detrás de unas palabras que no están en su sitio.

El sentido es como un gran puzzle y las palabras son las piezas que lo forman. Las palabras son información. Ordena esa información y tendrás una imagen del todo.

Una de las mejores personas que conozco me dijo un día muy emocionada, como si acabara de ver la gran imagen, «las palabras están para decirlas» segundos antes de coger el móvil y empezar a teclear aprisa. Lo primero que intenté hacer es evitarlo y cogerle el móvil. Porque las palabras dan miedo. La información que transmiten da miedo. Pero ella tenía razón.

Las palabras están para decirlas.

Las palabras claras y sin rodeos están para decirlas.

Jamás podremos hacernos una idea de una persona, de una situación, si no tenemos la información completa. Podemos especular. De hecho, lo hacemos demasiado, quizás. Luego están las personas que no saben lo que hay en su cabeza y las personas cobardes. Esta gentuza dará rodeos, con cosas muy poco claras, y una información confusa, para atraerte en su juego. Para captarte, cual tiburones.

Pero tiene sentido. Todo tiene sentido. Todo ese galimatías y caos tiene sentido. Y tiene sentido que intentes apartarte. O nadar. Porque el mundo es un mar de dudas y de palabras que se lleva el viento.

Quizás te despiertes un día y te des cuenta de todo.

Y haz una lista de cosas que valen la pena. Céntrate en ellas. En tu instinto.

Nada, pececillo.

“Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas. Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma. Si supiera que esta fuera la última vez que te vea salir por la puerta, te daría un abrazo, un beso y te llamaría de nuevo para darte más. Si supiera que esta fuera la última vez que voy a oír tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente. Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo diría “te quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.»

-Gabriel García Márquez, «Si el mañana nunca llega»-

Yo soy ese segundo de valor. Ese único segundo que necesitas. Perder la razón, perder la cabeza, perder las responsabilidades.

¿Hay que ser adulto y responsable? Mentira. Eso es lo que nos venden. Hay que cuidar al niño que se lleva dentro. Hay que sacarlo a pasear, darle de comer, hacerlo reír.

¿Cómo pretendes tener imaginación si domina la parte adulta? Hay que controlar ambas partes y saber cuándo sacarlas a la luz. Sí, uno tiene que ser bipolar para sobrevivir.

Bipolar, coherente y consecuente.

Loco.

Uno tiene que estar chalado.

¿Cómo pretendes estar con alguien, con una segunda persona, con una segunda alma, si no conoces a la tuya propia?

¿Es eso mucho pedir de ti? ¿Acaso es mucho pedir que te quieras a ti mismo para que así me puedas querer a mí? ¿Cómo te atreves siquiera a mirarme en lo más hondo de mi ser, y luego girar la mirada?

Será que la débil soy yo. Ilusa de mí. ¡Cómo osa creer la niña que hay en mí! ¡Adulta insolente con aspiraciones!

¡Gallina de ti! ¡Cómo te falta el valor! ¿Es que tanto te asusto? ¡Indeciso!

Pues ahí te quedas. ¡Aprende a conocerte, apreciarte y quererte! Mata ese hambre que tiene tu alma. ¡Manténle la línea para la siguiente que la quiera conocer!

A mí ya habrá quien me quiera. Habrá algún chalado que sepa verme. Alguien que me diga que, por muy absurda que parezca mi idea, quiere hacerlo también, quiere ir conmigo al sitio más irracional del mundo. Habrá algún loco que sepa hacerme brillar.

Mientras tanto, seré yo misma, esa misma a la que no conoces y despreciaste. Mientras tanto, disfrutaré de mi tiempo con la niña que hay en mí. Iremos a correr, jugaremos en los columpios, bailaremos en plena calle y chapotearemos en los charcos. Mientras tanto, creceré como persona. Y le daré mi amor al mundo. Que está muy hambriento.

«No era tristeza. La tristeza es algo que toma mucho tiempo para instalarse dentro de uno. La tristeza no llega así de repente con una patada en el culo y ya está. La tristeza es larga como una carretera sin música y sin semáforos, con alguien sentado a tu lado que no habla, un ser celestial al que no puedes querer, o un monstruo al que adoras […] y puede que te esté viendo como a un ser inferior […], o quizás es que te toma en serio. Quién sabe. Hay cosas que no se pueden predecir.»

-Luisa Castro, «Una patada en el culo»-

«No quiero a nadie fingiendo que todo está bien a mi alrededor, que todo está controlado. No quiero a nadie que me diga que me quiere cuando en realidad solo quiere la extraña fantasía que ha crecido en su cabeza a mis expensas. Yo te quiero aquí y ahora, no te quise antes ni te querré después, y cuando pienso en quién eres y en lo que crees, me parece imposible quererte y que me puedas querer.»

-Luisa Castro, «María y el esclavo»