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Archivos Mensuales: junio 2014

Quise escribir. Sobre lo bonito del amor. Porque sí, yo también tengo corazón. Un corazón achatado. Pequeño, pero a veces grande. Bajo el cielo azul de un día despejado. Un corazón lleno de esperanzas. Porque sí, yo también quiero darlo todo, que se rompa y se vuelva a romper, que viva, que para eso está. Y que, después, luzca las heridas de batallas, las heridas de guerra, los arañazos y quiebros de darse contra todo lo que tenga delante.

Quise escribir sobre lo bonito del sufrir. Quise escribir sobre lo bonito del vivir.

 

Quise escribir tantas cosas bonitas sobre el amor que ahora sólo me sale lo contrario. Ahora sólo me sale decir que sé que no es para mí. Jamás he estado en el momento y lugar adecuados para que me tocara. Es más, cuando reparten las papeletas, pillan cagando al Cupido que se encargan de lanzar flechas rosas rebosantes de amor. Nunca está. Nunca puede ser. Nadie es apropiado. No es el momento. Y así, acabo viviendo en el mundo de lo imposible.

 

El amor es una estafa. Y yo también quiero que me estafen con el amor de las películas y de los fotógrafos profesionales. Quiero clichés y quiero bailar bajo la lluvia con ÉL en París. Pero el amor es una estafa. O por lo menos, no es para mí. La cara sombría de la verdad. La cruda realidad. Las cosas como son. Pero, no pasa nada.

Una se acaba acostumbrando. Una acaba dejar de querer buscar. Ya no busco amores. Ya no busco a un tal ÉL como si fuera lo que necesito, porque no lo necesito. Ahora no busco nada, busco estar para un rato. Es una gran mentira que me digo a mi misma, es como si el momento que quisiera vivir ahora fuera la publicidad que hay en medio de las películas de una tarde del sábado, ni siquiera de un peliculón.

El corazón se acaba aburriendo. Y con el aburrimiento y el tiempo pasando, se acaba cansando. Le acaban saliendo canas que una se plantea si tintarlas o dejarlas así, a la vista de todo el mundo.

 

 

Y me entretengo. Me entretengo rellenando una agenda con «cosas que hacer», cuando en realidad debería ser «personas a las que amar». Me entretengo cumpliéndola a rajatabla. Me entretengo con nuevos proyectos que me demuestren a mí misma lo mucho que valgo.

Tengo pasión a rabiar, joder. Tengo tanta pasión por dar que sé que va a acabar ahogándome y va a dejar a mi corazón solo a la deriva, sin amor, si no lo hago.

Quiero que llueva.

Quiero irme a París.

Sola con mi corazón y pasión.

 

Y bailo.

Sola. Bailo de día y bailo de noche. Bajo la lluvia o bajo los rayos del sol, el tiempo no importa. Sin música y en silencio la mayoría de las veces, aunque, de vez en cuando, se oye una canción a lo lejos. Mis caderas no pueden evitar no seguirla. A medida que me acerco a curiosear, el ritmo se vuelve más vivo y más intenso y comienzo a tararear bajito. Cuando aquel magnífico sonido está por todas partes, me encuentro a mi misma bailando con más intensidad y cantando a pleno pulmón. No es que me sepa la letra, tampoco importa demasiado. Y no es que haya mala música, sólo personas que no la sienten.

A veces, me encuentro a alguien que quiere bailar conmigo. No importa lo bien o mal que bailen, sino lo mucho que lo disfrutan. Hasta ahora, jamás me he encontrado a personas que duren más de lo que dura la canción. No quedan valientes que se atrevan a ser distintos, no quedan valientes que se atrevan a vivir el presente. Bailar conmigo en silencio. Bailar conmigo hasta la locura. Bailar conmigo en medio del bosque o en pleno paso de peatones, ¿qué más da?

No se trata de destacar. Se trata de seguir las corazonadas. Se trata de ser uno mismo. Se trata de sentir la música, no oírla. Se trata de olvidarse de lo que se sabe.

El secreto es que no importa. Nada importa. Salvo cerrar los ojos y empezar a girar.

«[…] Aquí nunca se hace de noche y el sol tampoco sale, de manera que no sé si el tiempo avanza, retrocede o se estanca. Eso explicaría que aún no lo haya encontrado: quizá tenemos calendarios diferentes y relojes diferentes. Quiero creer que, cuando me vea, de entrada se llevará una sorpresa y que, superado el primer impacto, la alegría de volver a vernos será más fuerte que el dolor de imaginar todo lo que he tenido que hacer para llegar hasta aquí.»

-Sergi Pàmies, «Una fotografía»-